Cómo el capitalismo te hizo creer que tu voto era democracia: Byung-Chul Han

 Cómo el capitalismo te hizo creer que tu voto era democracia según Byung-Chul Han

Imagina esto…

Es domingo de elecciones. Te levantas temprano, con la convicción de que hoy es un día especial. Te vistes, caminas hacia el puesto de votación y en tu mente resuena una idea: “mi voz cuenta, mi voto es poder”.

Llegas, haces fila, esperas pacientemente. Al fin, marcas la papeleta, la doblas y la depositas en la urna. Y cuando sales, sientes orgullo. Crees que acabas de participar en el mayor acto de libertad. Que formas parte de la democracia.

Pero dime… ¿y si todo eso fuera una ilusión?


¿Y si el sistema solo te hubiera hecho creer que votar es ser libre, cuando en realidad ya decidió por ti?

Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano más leído en el mundo, lo dice con crudeza: “La democracia, hoy, se ha convertido en un espectáculo donde el ciudadano es reducido a consumidor, y el voto a una transacción simbólica”.




El engaño de la libertad

Te hicieron creer que eras libre porque podías elegir. Izquierda, derecha, centro… como escoger entre marcas en un supermercado.
Pero lo que nadie te dijo es que todas esas opciones vienen del mismo lugar: del mercado, del capitalismo, de la maquinaria que todo lo convierte en producto.

Byung-Chul Han advierte en Psicopolítica: “La libertad neoliberal no es verdadera libertad, sino una coacción invisible que lleva a cada uno a explotarse a sí mismo creyéndose libre”.

Ese voto que tú ves como libertad… en realidad es parte de la misma trampa.


Historia de una manipulación invisible

Viaja conmigo a la Atenas antigua. Allí, los ciudadanos discutían directamente los asuntos de la polis. La política era diálogo, confrontación, encuentro.

Hoy, en cambio, lo que tienes son campañas de marketing: candidatos convertidos en marcas, discursos creados por publicistas, sonrisas diseñadas por asesores de imagen.
Ya no eliges ideas, eliges empaques.

Byung-Chul Han lo explica con claridad: “La psicopolítica neoliberal convierte la libertad en un instrumento de dominación. Hace que las personas trabajen voluntariamente en su propia servidumbre”.

Y ese es el truco: no necesitas cadenas para ser esclavo, basta con que creas que eres libre.


El voto como mercancía

Mira el acto de votar como si fuera una compra. Vas al mercado político, observas las opciones, eliges una. Crees que tu decisión es auténtica… pero todas las alternativas fueron puestas ahí por el mismo sistema.

Han lo resume sin rodeos en La sociedad de la transparencia: “La democracia hoy se reduce a un acto de consumo periódico. El votante es consumidor, no ciudadano”.

Tú no estás decidiendo. Estás comprando lo que el mercado ya decidió venderte.


El poder invisible

Quizá pienses: “Pero al menos puedo elegir. Eso ya es democracia”.
Y aquí está la paradoja: sí, eliges… pero eliges dentro de un marco invisible.

Ese marco no lo cuestionas porque ya fue naturalizado. El poder moderno no se impone con violencia ni represión. Es más sutil. Es más inteligente.

En Psicopolítica, Byung-Chul Han señala: “El poder hoy no reprime, seduce”.

Tú no eres empujado, eres guiado. No eres golpeado, eres encantado. Y en ese encanto, tu voto pierde su fuerza.


El teatro de la democracia

Imagina un teatro. Tú eres espectador, sentado en la butaca.
Los candidatos son actores, interpretando un papel con sonrisas ensayadas. El guion lo escriben encuestas, asesores, corporaciones.

Tu voto es la entrada. Un boleto que te hace sentir parte de la obra, aunque nunca subas al escenario.

Byung-Chul Han, en La agonía del Eros, lo dice sin rodeos: “La política actual es una escenificación. El espectáculo sustituye al acontecimiento”.

El sistema necesita que aplaudas, que te emociones, que elijas un actor. Pero nunca te deja cuestionar el teatro ni a sus verdaderos dueños.


El espejismo del cambio

Cada cuatro años te venden la misma ilusión: “esta vez sí habrá cambio”.
Y tú vuelves, depositas tu fe en la urna, esperas un nuevo amanecer.

Pero al final… ¿qué ocurre? Cambian los rostros, pero no el sistema. Cambian los actores, pero no el guion.

Han lo advierte: “El sistema produce crisis, pero no permite alternativas. La democracia se convierte en un ritual vacío”.

Ese ritual es la mejor manera de mantenerte tranquilo, creyendo que algo se mueve, cuando en realidad todo sigue igual.


El poder del algoritmo

Hoy, incluso tu voto ya no es tuyo. Está moldeado por el algoritmo, por las redes sociales, por lo que ves en tu pantalla.

Byung-Chul Han lo explica en Infocracia: “El poder de la información consiste en dirigir la atención. Lo que no aparece en el campo de la atención no existe políticamente”.

Si el algoritmo decide qué ves, también decide qué piensas.
Y si decide qué piensas… ¿realmente eres tú quien elige?


Democracia como autoexplotación

El gran triunfo del capitalismo no fue dominarte con cadenas, sino hacer que tú mismo defiendas tu servidumbre.

En Psicopolítica, Han afirma: “El sujeto neoliberal es amo y esclavo en una sola persona. Se explota a sí mismo creyendo que se realiza”.

Tú defiendes con orgullo tu derecho al voto, sin notar que el sistema lo ha vaciado de poder. Participas en tu propia explotación política, creyendo que es libertad.


¿Qué es entonces la democracia real?

Han no nos dice que abandonemos la democracia. Nos dice algo más profundo: que la democracia no puede reducirse a un mercado de votos, ni a un espectáculo de campañas.

Necesita deliberación real, confrontación de ideas, espacios donde el ciudadano no sea cliente, sino protagonista.

En La expulsión de lo distinto, lo dice así: “La democracia requiere de lo distinto, de la confrontación con lo otro. La homogeneidad del mercado destruye esa diferencia vital”.

Mientras todo siga reducido al consumo, tu voto seguirá siendo una ilusión.


Una invitación a despertar

Ahora, vuelve conmigo al inicio. Recuerda ese orgullo al depositar tu papeleta en la urna.
Pregúntate con honestidad: ¿era realmente libertad… o era un ritual diseñado para ti?

Byung-Chul Han no quiere que caigas en la apatía ni en el cinismo. Quiere que abras los ojos. Que entiendas que la democracia bajo el capitalismo es un espejismo. Que tu poder no se juega cada cuatro años en una urna, sino en la capacidad de cuestionar, resistir y crear algo distinto.

Tu voto, tal como existe hoy, no es democracia. Es solo un símbolo vacío.
Y hasta que no lo comprendas, seguirás siendo un espectador en el teatro del poder.

 

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